François Fillon

En la campaña para las elecciones presidenciales francesas del 23 de abril de 2017, anómalas en tantos sentidos, contendía con mayores probabilidades de triunfar en la segunda vuelta François Fillon, ex primer ministro (2007-2012) y candidato de Los Republicanos (LR), la principal agrupación del centro-derecha liberal, en la oposición al Ejecutivo del Partido Socialista. Eso fue así hasta que el 25 de enero saltó el escándalo de la asistencia parlamentaria presuntamente ficticia de su esposa Penelope, asunto que ha arrastrado a Fillon, amenazado de procesamiento judicial pero empecinado en mantener a flote su candidatura con los argumentos de que no hizo nada ilegal cuando contrató a su mujer en la Asamblea Nacional (solo cometió un "error ético", reconoce) y que es víctima de una "operación de calumnia" urdida desde la izquierda y la mismísima judicatura, a una situación personal difícilmente sostenible, mientras en su partido cunde la desolación. Los beneficiarios de este affaire con tintes de psicodrama son la líder ultraderechista Marine Le Pen y el postulante social-liberal Emmanuel Macron, probables disputadores del balotaje del 7 de mayo a tenor de los últimos sondeos.

En 2016 Fillon, que ya va por su octavo mandato en la Asamblea en añadidura a una plétora de cargos ministeriales, regionales, departamentales y municipales, ganó la elección primaria abierta de LR, nueva denominación de la posgaullista Unión por un Movimiento Popular (UMP, a su vez sucesora del RPR de Jacques Chirac), doblegando contra pronóstico a dos pesos pesados de su familia política, Alain Juppé y Nicolas Sarkozy, antiguo superior tanto partidario como institucional. Para entonces, quien procedía del gaullismo social y euroescéptico, el encarnado por la corriente tradicionalista Séguin-Pasqua, ya llevaba 14 años construyendo una plataforma de compromiso con las reformas de la estructura socioeconómica de Francia al más puro estilo liberal. En su lustro como primer ministro, Fillon administró unas impopulares recetas de austeridad para domeñar el déficit en mitad de la Gran Recesión, pero, con su estilo aplomado y sereno -frente al tremendismo y la crispación que exhibe ahora-, se las arregló para eludir una quema que sí sufrió, y fatalmente para sus aspiraciones reeleccionistas en el Elíseo, el presidente Sarkozy.

En 2012 Fillon dejó el Hôtel Matignon con ambiciones de mandar en una UMP desgarrada por las luchas fratricidas y convencido de que solo aligerando el peso del Estado en la economía, recortando prestaciones sociales y bajando impuestos directos podía Francia enfrentar con éxito los retos de la globalización y el envejecimiento poblacional, y aspirar al crecimiento sostenido. Un programa, según él mismo, inequívocamente "radical" y de "ruptura", toda una "terapia de choque" capaz de salvar al país de una "situación cercana a la quiebra". Su proyecto de gobierno, tachado de "thatcherista" y "ultraliberal" por las izquierdas pero también por el Frente Nacional de Le Pen, contempla subir el IVA, desgravar las rentas de trabajo y empresariales, retrasar la edad legal de jubilación hasta los 65 años (ya en 2010, siendo primer ministro, la elevó a los 62 años), suprimir medio millón de puestos de funcionario, reducir gastos sanitarios y prestaciones por desempleo, y dar la puntilla a la semana laboral de 35 horas. Sus metas para 2022 son ahorrarle 100.000 millones de euros al erario galo y alcanzar el equilibrio fiscal, todo en aras de la "competitividad" y la "innovación".

El liberalismo económico de Fillon se conjuga con un marcado conservadurismo social que invoca el "pilar" de la familia, se identifica con los valores católicos y hace una "defensa ardiente" de los principios de la autoridad y el laicismo. Su discurso republicano de derecha busca cautivar a votantes potenciales de Le Pen cuando habla de reducir la inmigración "al mínimo estricto", de reservar la nacionalidad francesa a los extranjeros "claramente asimilados", de luchar sin desmayo contra el terrorismo y el "totalitarismo islámico", y de afrontar la delincuencia con "tolerancia cero". Su extenso programa electoral no menciona ni una sola vez a los refugiados; en su lugar, se refiere a los problemas de la seguridad y a una "crisis migratoria" que requiere el "control sistemático" de las fronteras exteriores de Schengen. En política exterior, apuesta por un euro fuerte, por el cumplimiento cabal del Acuerdo de París sobre el cambio climático y por recomponer las relaciones con Rusia, socia de un "gran partenariado" que ve indispensable para destruir al Califato sirio-irakí del Estado Islámico. Para él, el enemigo número uno de Francia no es otro que el yihadismo, y para vencerlo París necesita a Moscú.

Ahora, todo este programa de quien inició la campaña alardeando de "integridad" y "transparencia" se estrella con la imputación judicial del 14 de marzo, por la que Fillon ha sido acusado formalmente de malversación de fondos públicos y apropiación indebida de bienes. Con su enroque, envuelto en un baño proselitista de masas en la plaza del Trocadero, Fillon ya consiguió días atrás desbaratar una operación en su partido para buscarle un reemplazo de urgencia en medio de un clima de deserción general de lugartenientes. Tras conocer su encausamiento por el llamado Penelopegate, el candidato de LR insiste en que es objeto de un "asesinato político" y que va a "resistir hasta el final".


(Texto actualizado hasta marzo 2017. Puede consultarse también la sección dedicada a François Fillon en el documento especial Candidatos en las elecciones presidenciales de 2017 en Francia)

1. Un exponente de la joven generación de políticos neogaullistas
2. Sucesión de cometidos ministeriales a las órdenes de Chirac
3. Adjunto a la campaña presidencial de Sarkozy y nombramiento como primer ministro
4. Los cinco años al frente del Gobierno de Francia (2007-2012): recortes contra la crisis sin pérdida de popularidad
5. En la gresca interna por el liderazgo de la UMP y la candidatura presidencial de Los Republicanos
6. Tumultuosa postulación al Elíseo en 2017: el Affaire Penelope Fillon


1. Un exponente de la joven generación de políticos neogaullistas

Retoño de una familia de profesionales liberales afincados en el País del Loira, sus padres eran Michel Fillon, un notario de ideas políticas conservadoras, y Anne Soulet, profesora universitaria de Historia y, como su marido, partidaria del general de Gaulle. En el hogar que los Fillon tenían en Le Mans se guardaban los preceptos católicos y su idiosincrasia se ajustaba al típico tradicionalismo de provincias. El benjamín de los cuatro hermanos varones, Dominique, 14 años más joven que él, emprendió una carrera musical que le convirtió en el reputado pianista de jazz que es en la actualidad.

El muchacho François, que desarrolló una gran afición a las escapadas de montaña y el automovilismo, cursó la educación primaria en la pequeña comuna de Cérans-Foulletourte, lugar de residencia de la familia, sita al sur de la prefectura de Le Mans, y luego recibió la secundaria en dos centros elitistas del departamento de Sarthe, el colegio privado Saint-Michel-des-Perrain, en Parigné-le-Pôlin, y el liceo Notre-Dame de Sainte-Croix, en Le Mans, que regían los Jesuitas. En 1972, no sin registrar su historial académico los manchones de dos expulsiones temporales de las aulas por faltas de indisciplina, completó el bachillerato en Filosofía y a continuación se matriculó en la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de Maine. Mientras se formaba como jurista, realizó prácticas periodísticas en la Agencia France-Presse (AFP), que en 1975 le envió a Madrid para que realizara la crónica de la muerte y el funeral del dictador español Francisco Franco. Sin embargo, su derrotero profesional iba a dejar a un lado tanto el periodismo como la abogacía.

En 1976, recién licenciado en Derecho Público, Fillon respondió afirmativamente al llamado político de su paisano del País del Loira Joël Le Theule, amigo de su padre y que ejercía de diputado en la Asamblea Nacional y de consejero general de Sarthe en las filas de la Unión de Demócratas por la República (UDR), partido que en diciembre de este mismo año, bajo el liderazgo del el ex primer ministro Jacques Chirac, fue reemplazado como estandarte orgánico del neogaullismo por el Reagrupamiento por la República (RPR). Así, Fillon, con 22 años, se convirtió en asistente parlamentario de Le Theule y comenzó su educación en la alta política desde una posición interna privilegiada, al gozar del patrocinio de un ya veterano servidor de las instituciones republicanas que, dicho sea de paso, no mantenía unas buenas relaciones con el jefe del partido, Chirac. En 1977 Fillon reforzó su currículum con dos diplomas en Estudios Avanzados (DEA), el uno en Derecho Publico por la Universidad de París V (René Descartes) y el otro en Ciencias Políticas e impartido por el Instituto de Estudios Políticos (IEP, comúnmente conocido como Sciences-Po) .

En abril de 1978, el nombramiento de Le Theule como ministro de Transportes por el primer ministro Raymond Barre arrastró al ámbito gubernamental al aún muy joven Fillon, que fue reclutado por su mentor como ayudante en jefe de su gabinete. A principios de octubre de 1980 el ministro, a instancias del entonces presidente de la República, Valéry Giscard d’Estaing, se hizo cargo de la cartera de Defensa, y Fillon, recién casado con la galesa Penelope Kathryn Clark, una antigua compañera de estudios con la que entre 1982 y 2001 iba a tener cinco hijos (de nombres Marie, Charles, Antoine, Édouard y Arnaud), le acompañó a la nueva y destacada oficina como imprescindible adjunto. La súbita muerte de Le Theule, a los 50 años y de un ataque al corazón, el 14 de diciembre del mismo año privó a Fillon del valedor que sin duda habría impulsado hacia arriba su incipiente carrera política. Sin embargo, la pérdida del amigo y maestro, expirado literalmente en sus brazos tras una agonía cardíaca de tres horas, actuó de hecho como un acicate de esa su ambición personal.

Una vez iniciado 1981, Fillon se las arregló para continuar ligado al Gobierno nacional como jefe del servicio de trabajos legislativos y parlamentarios del gabinete del ministro de Industria, André Giraud. Mucho más notable fue, considerando su corta edad, que lanzara una múltiple apuesta electoral para heredar todos los mandatos representativos que había desempeñado Le Theule en el terruño común de la región ligeriense. Así, entre febrero y junio de 1981 Fillon ganó sucesivamente los puestos de concejal en el Ayuntamiento de Sablé-sur-Sarthe –donde se encargó de la oficina económica con el rango de teniente de alcalde-, miembro del Consejo General o asamblea departamental de Sarthe y, representando a la 4ª Circunscripción de Sarthe, diputado de la Asamblea Nacional, en unas elecciones generales que dieron la victoria al Partido Socialista (PS) de François Mitterrand frente a la coalición del RPR de Chirac y la centrista Unión por la Democracia Francesa (UDF) de Giscard. Tenía 27 años, lo que le convertía en el más joven de los 450 miembros del hemiciclo, donde empezó ejerciendo en la oposición.

No contento con este acúmulo de mandatos, en las elecciones municipales de marzo de 1983 Fillon se postuló con éxito para la alcaldía de la comuna, Sablé-sur-Sarthe, que desde 1959 hasta su muerte había tenido de alcalde a Le Theule. En marzo de 1985 se convirtió en vicepresidente para Asuntos Económicos del Consejo General de Sarthe y justo un año después ganó la primera de siete reelecciones consecutivas en la Asamblea Nacional, donde hasta el final de la legislatura en junio de 1988, cuando la alianza del RPR y la UDF volvió a ser desalojada del Gobierno tras un breve ejercicio de dos año, presidió la Comisión parlamentaria de Defensa. Su carrera política permaneció estable hasta los comicios cantonales de marzo de 1992, que le auparon a la presidencia del Consejo General de su departamento.


2. Sucesión de cometidos ministeriales a las órdenes de Chirac

El verdadero salto político de Fillon llegó de resultas de la apabullante victoria del centroderecha sobre el PS y sus aliados de la izquierda en las legislativas del 21 y el 28 de marzo de 1993. El 29 de marzo tomaba posesión como primer ministro el dirigente seleccionado por el RPR, Édouard Balladur, y con él un Gabinete en el que Fillon recibió la cartera de Educación Superior e Investigación. Se trataba de su primer cometido ministerial y, de conformidad con la ley, se separó del escaño parlamentario en tanto durase su cargo ejecutivo. Esta formalidad iba a repetirla tras las elecciones de 2002 y 2007.

El antiguo reportero de la AFP retornó al Gobierno portando unas credenciales de "gaullista social", reacio al liberalismo económico y soberanista en cuestiones de política exterior; en otras palabras, estaba apegado a los principios tradicionales del movimiento y veía con escepticismo la participación de Francia en la Unión Económica y Monetaria europea. Su preceptor ideológico en estos momentos era Philippe Séguin, ex ministro de Asuntos Sociales y ahora mismo presidente de la Asamblea Nacional. Fillon secundaba también el discurso de Charles Pasqua, el muy derechista y soberanista ministro del Interior, campeón del no al Tratado de Maastricht. Como miembro de la corriente Séguin-Pasqua, Fillon había firmado manifiestos y mociones favorables a la renovación del partido.

En el Gabinete Balladur, Fillon se encontró con Nicolas Sarkozy, ministro del Presupuesto, de su misma edad y hombre de confianza del primer ministro, cuyos postulados liberales compartía. Fillon y Sarkozy diferían en las ideas, pero su contraste podía ser mayor en cuanto al carácter y la personalidad, al destacar el primero por su flema y moderación, y el segundo por su impetuosidad y su enorme ambición política. Poco parecían tener en común entonces dos hombres que más de una década después iban a acabar forjando una estrecha relación personal. Cuando a comienzos de 1995 el RPR se dividió entre los partidarios de las candidaturas presidenciales rivales de Chirac y de Balladur, Fillon y Sarkozy coincidieron en apostar por el primer ministro frente al líder fundador del partido y alcalde de París.

A pesar de este alineamiento, Fillon, seguramente porque no fue vehemente en la expresión de su preferencia y gracias también a los buenos oficios de Séguin, se salvó de la purga de ministros balladurianos realizada por Chirac el 17 de mayo de 1995, nada más instalarse en el Palacio del Elíseo como ganador de las elecciones sobre Balladur y el socialista Lionel Jospin. En el nuevo Gobierno presidido por Alain Juppé, principal lugarteniente de Chirac, Fillon cedió el Ministerio de Educación Superior e Investigación, como competencias subsumidas, al ministro de Educación Nacional, el democristiano François Bayrou, uno de los dirigentes de la UDF, y recibió a cambio el Ministerio de Correos y Tecnologías de la Información.

Antes de terminar 1995, el 7 de noviembre, la oficina de Fillon perdió el rango de ministerio autónomo y pasó a ser ministerio delegado para los Correos, las Telecomunicaciones y el Espacio, quedando subordinado al nuevo Ministerio de Industria, Correos y Telecomunicaciones, dirigido por Franck Borotra. El radical cambio de tornas electorales del 1 de junio de 1997 devolvió, dos días después, a los socialistas al Gobierno con Jospin al timón. Mientras los principales barones neogaullistas –Juppé, Sarkozy y su jefe de facción, Séguin- se entregaban a una frenética rebatiña por el poder y Chirac, desde la Presidencia de la República y a través de su facción de leales, maniobraba lo necesario para asegurarse el control de las palancas partidarias, el diputado Fillon inició un lustro en el que se desempeñó de secretario nacional del RPR con responsabilidad sobre las federaciones territoriales del partido y, a partir de febrero de 1998, de portavoz de su Buró Político.

Su historial en la política representativa anotó un nuevo capítulo tras las elecciones regionales y cantonales del 15 de marzo de 1998, cuyos malos resultados globales para el RPR contribuyeron a la posterior dimisión de Séguin como presidente del partido. El hasta ahora presidente del Consejo General de Sarthe a la vez que miembro de la Asamblea Nacional ganó el mandato de consejero regional del País del Loira, ente administrativo que englobaba al departamento de Sarthe y en cuya presidencia fue investido el 20 de marzo en sustitución de su colega de partido Olivier Guichard, quien se jubilaba tras 24 años de ejercicio.

Que su carácter calmoso no era sinónimo de falta de ambición y competitividad lo demostró a las claras Fillon contendiendo por la presidencia del partido en la elección interna convocada para cubrir la vacancia dejada por Séguin en abril de 1999. Sus contrincantes fueron Michèle Alliot-Marie, no adscrita a ninguna familia gaullista aunque próxima a Chirac, el senador Jean-Paul Delevoye, considerado un hombre de paja del presidente de la República, y Patrick Devedjian, representante del ala más liberal y europeísta. En esta liza, que inicialmente tuvo como quinto pretendiente a Sarkozy, ahora mismo secretario general y presidente interino del partido, Fillon vino a representar el gaullismo prístino, en sus acepciones republicanas, sociales y soberanistas.

El 20 de noviembre de 1999 Fillon fue el tercer candidato más apoyado con el 24,6% de los votos, momento en que arrojó la toalla y manifestó su respaldo a Alliot-Marie, quien en la segunda votación efectuada el 4 de diciembre se proclamó presidenta frente al chiraquiano Delevoye. A vueltas con la política de provincias, en los comicios municipales del 11 y el 18 de marzo de 2001 Fillon ganó una concejalía en el consistorio de Solesmes, pequeña comuna agrícola próxima a Sablé-sur-Sarthe, donde se despidió de la alcaldía tras fungir tres mandados consecutivos.

Su siguiente etapa gubernamental se inició el 7 de mayo de 2002 como ministro de Asuntos Sociales, Trabajo y Solidaridad en el Gabinete presidido por Jean-Pierre Raffarin, de la Democracia Liberal (DL, los antiguos republicanos de Giscard, que ya habían abandonado la UDF, ahora animada por Bayrou), un fiel aliado premiado por Chirac con motivo de su reelección en las presidenciales frente al ultraderechista Jean-Marie Le Pen. En cuanto a Sarkozy, salió de una etapa de relegación y fue repescado por Chirac en calidad de ministro del Interior, ansioso como estaba de dar la batalla en la lucha contra la criminalidad urbana y la inmigración ilegal. Por incompatibilidad institucional, el 16 de mayo Fillon cedió la presidencia del Consejo Regional de País del Loira a Jean-Luc Harousseau. Al cabo de un mes, el 17 de junio, fue confirmado en el Consejo de Ministros a raíz de las elecciones legislativas celebradas días atrás y que otorgaron al nuevo oficialismo una confortable mayoría absoluta de 357 escaños, el suyo por Sarthe entre ellos, con el 33,7% de los votos.

Al margen de sus labores en el Ejecutivo, Fillon participó en el proyecto fundacional de la provisionalmente llamada Unión por la Mayoría Presidencial y luego ya de manera definitiva Unión por un Movimiento Popular (UMP), gran partido del centroderecha galo que fusionaba al viejo RPR con la DL y los componentes liberales residuales de la UDF, teniendo a Juppé de presidente y a Philippe Douste-Blazy de secretario general. También, se puso al frente del grupo de reflexión política Association France.9.

El "gaullismo social" del que Fillon solía hacer gala quedó cuestionado por su labor ministerial en las áreas, precisamente, de Trabajo y Asuntos Sociales, que le reveló como un reformista decidido a alargar el tiempo de cotización para poder cobrar las pensiones en el sector público, a limitar drásticamente las jubilaciones anticipadas y a flexibilizar la semana laboral de 35 horas instaurada por el Gobierno socialista. La reforma en 2003 del sistema público de pensiones, conocida de hecho como la Ley Fillon, provocó una vasta protesta sindical, si bien fue el primer ministro Raffarin el que cargó con la erosión derivada de la ejecución de la medida. Los comentaristas hicieron notar la tendencia "social-liberal" asomada en el político. A principios de 2004, el análisis compartido de que Chirac, mezclando cálculo electoralista, condescendencia populista e inercia doctrinal, no estaba involucrándose en la defensa de la agenda reformista del Gobierno, aproximó a Fillon a un colega, Sarkozy, con el que hasta ahora había tenido unas relaciones frías, incluso de rivalidad.

El nuevo vínculo personal se forjó tras las votaciones regionales de marzo de 2004, en las que la UMP y la UDF perdieron frente a las izquierdas todos los consejos metropolitanos salvo los de Alsacia y Córcega. El desastre electoral precipitó el 31 de marzo una remodelación gubernamental que para Fillon supuso el retorno a una oficina que ya le era familiar, el Ministerio de Educación Nacional, Enseñanza Superior y Educación, donde relevó a Luc Ferry, y para Sarkozy el paso al Ministerio de Economía, Finanzas e Industria, aunque en noviembre siguiente se apartó del Ejecutivo para presidir la UMP en sustitución del dimitido Juppé.

La crisis de gobierno abierta por Chirac el 31 de mayo de 2005 a raíz del resultado adverso del referéndum nacional, celebrado dos días atrás, sobre la ratificación del Tratado de la Constitución Europea desembocó en la tantas veces postergada caída de Raffarin, su reemplazo por el hasta ahora ministro del Interior y antes de Exteriores, Dominique de Villepin –un servidor absolutamente fiel al presidente y erigido en rival del afanoso Sarkozy, quien regresó al Ministerio del Interior- y la damnificación, entre otros, de Fillon. Irritado por su expulsión del Gobierno y por el estropicio del referéndum sobre la Constitución Europea, el político publicó el 3 de junio en el diario Le Monde un articulo donde realizaba dos afirmaciones que se hicieron célebres: "Cuando se haga balance [de la presidencia] de Chirac, no se recordará nada salvo mis reformas". Y, ahora refiriéndose a la nada soterrada ambición presidencial de su nuevo amigo y capitán: "En adelante, voy a comprometerme en profundidad en la UMP, a preparar el plazo que le vence a Nicolas Sarkozy en 2007 (…) Al despedirme del Gobierno, han hecho de mí un director de campaña antes de hora".

Sentado desde el 18 de septiembre en la Cámara alta del Parlamento como senador por Sarthe, Fillon, sin perder el talante suave, se puso a formular diagnósticos sombríos sobre la "crisis del régimen" y a asentir ante las propuestas de Sarkozy de revisar de arriba abajo el sistema de la V República "reinventándola" en una larga serie de ámbitos, con el fin de fortalecer el peso institucional de la Presidencia, reducir el aparato del Estado, librar de ataduras a las fuerzas económicas y estimular la competitividad empresarial y la responsabilidad individual. También, aplaudía la insistencia de Sarkozy en la "tolerancia cero" frente a los brotes de delincuencia juvenil y urbana, y su política de severa restricción del aflujo de inmigrantes.

En octubre de 2006 el senador presentó el libro La France peut supporter la vérité, donde sostenía que para el país había llegado el momento de enfrentar con realismo los retos que entrañaban "los cambios tecnológicos, las sacudidas geopolíticas y la expansión de las ideas", así como todas las "evoluciones" que imponían "rupturas" en el "modelo" francés. La empresa era ardua, pero él era optimista: "Disponemos de todos los activos para atrapar el movimiento del mundo, para encontrar nuestro lugar en este universo globalizado que la competición internacional exacerba". En cuanto a la reforma de las instituciones, apostaba por implantar el sistema de gobierno plenamente presidencialista, a la estadounidense, lo que conllevaría la supresión del puesto de primer ministro.


3. Adjunto a la campaña presidencial de Sarkozy y nombramiento como primer ministro

Luego de oficializar su candidatura presidencial y de obtener la nominación, el 14 de enero de 2007, por la UMP, Sarkozy reclutó a Fillon no como director de su campaña, trabajo logístico que recayó en Claude Guéant -anterior jefe de sus gabinetes ministeriales y quien ya se perfilaba como futuro secretario general del Elíseo-, sino como asesor político. Incluso en esta asistencia de tipo intelectual, Fillon tampoco aparecía como el sarkozysta más destacado, rango que podía reclamar con más derecho Henri Guaino, un teórico de la "fractura social" que se dedicó a escribir buena parte de los contundentes discursos de su jefe. Sin embargo, entre el sutil Fillon y el enérgico hasta lo abrasivo Sarkozy se estableció una relación de confianza e intimidad que quedó bien patente en la elección del primero por el segundo como su compañero para la práctica del jogging una hora a la semana, como parte de la imaginería de campaña.

Fillon aceptó gustoso la invitación deportiva de Sarkozy, tratándose él de un amante del senderismo de montaña y el alpinismo, actividades que no le gustaban menos que conducir bólidos de Fórmula 3.000 o que asistir a corridas de toros en los cosos del sudeste francés. Y es que amante de la velocidad, Fillon era un piloto consumado y un entusiasta de la famosa carrera de resistencia celebrada anualmente en el circuito de su ciudad natal, de cuyo comité organizador era miembro y donde su abuelo trabajó de mecánico. En 2006 había corrido las 24 Horas de Le Mans en la categoría Classics y al volante de un Ferrari 250 GT SWB Berlinetta, modelo de 1961, mientras que en 2004 le había correspondido el honor de dar el banderazo de salida en la categoría reina.

En marzo de 2007, en plena vorágine preelectoral, el ex ministro publicó su segundo ensayo político, Les retraites, donde abordaba la espinosa cuestión de cómo asegurar el sistema de pensiones del futuro en un contexto de paulatino envejecimiento poblacional. Ese mismo mes, Sarkozy deslizó el comentario de que Fillon le parecía un "más que perfecto" candidato a primer ministro.

El pretendiente presidencial de la derecha posgaullista se puso en cabeza en la primera vuelta del 22 de abril, de la que fueron apeados el centrista Bayrou y el ultraderechista Le Pen, y batió a su máximo adversario, la socialista Ségolène Royal, en la segunda vuelta del 6 de mayo. Todo el mundo esperaba el nombramiento de Fillon para encabezar el gobierno encargado de llevar a la práctica el rosario de promesas electorales del presidente electo, como eran la liquidación del déficit de las administraciones públicas (en estos momentos por encima del 2% del PIB) para 2010, una bajada sustancial del impuesto sobre la renta, el adelgazamiento de las plantillas de funcionarios, la reducción del paro desde la tasa actual de casi el 9% a menos del 5% en 2012, la flexibilización del mercado laboral, el aumento de las prestaciones por desempleo y el lanzamiento de un "plan Marshall" formativo para los jóvenes de los barrios conflictivos.

Dicho y hecho, el 16 de mayo Sarkozy inauguró su mandato presidencial de cinco años y al día siguiente, de acuerdo con sus prerrogativas constitucionales, nombró primer ministro a Fillon. Tras la ceremonia del traspaso de poderes por Villepin en el Hôtel Matignon, sede del Gobierno galo, el décimo octavo primer ministro de la V República instaurada en 1958 dijo que asumía el cargo con la disposición de "servir a Francia" para renovarla, "defender su identidad" y darle "un lugar preeminente", con "pasión y confianza en el futuro". El 18 de mayo reveló la composición del Gabinete, reducido a 14 ministros, un ministro de Estado y cuatro secretarios de Estado, y con paridad ministerial de hombres y mujeres. La UMP se reservaba la mayoría de los puestos, destacando las presencias de Alliot-Marie en Interior y de Juppé, ministro de Estado, en Ecología y Desarrollo Sostenible.

Sin embargo, la mayor sensación se produjo en la oficina de Asuntos Exteriores, que fue para Bernard Kouchner, el eminente activista humanitario, fundador de las ONG Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo, y miembro del PS, si bien la dirección del partido opositor se apresuró a rescindir toda filiación con una celebridad que servía al propósito confeso de Sarkozy y secundado por Fillon de alinear un Ejecutivo no sectario y fundado en las capacidades personales. También tenía semblanza socialista uno de los secretarios de Estado, Éric Besson.

Fuera de la UMP, aunque íntimamente asociados a ella, estaban también los titulares de Economía, Finanzas y Empleo, Jean-Louis Borloo, de Defensa, Hervé Morin, y de Vivienda y Ciudad, Christine Boutin; el primero copresidía el Partido Radical (PR), un antiguo integrante de la UDF que no había querido fusionarse con la RPR en su momento; el segundo lucía la escarapela del Nuevo Centro-Partido Social Liberal Europeo (NC-PSLE), que era una formación creada días atrás por un sector minoritario de la UDF opuesto al plan de Bayrou de constituir un nuevo partido centrista independiente denominado Movimiento Demócrata (MoDem); y la tercera era la fundadora y líder del Foro de Republicanos Sociales (FRS), un micropartido derechista de tinte euroescéptico. La UMP, el PR, el NC-PSLE y FRS conformaban, por tanto, la nueva mayoría presidencial. El primer reto de Fillon eran las elecciones legislativas del 10 y el 17 de junio, si bien los sondeos auguraban a la UMP y sus satélites una confortable mayoría absoluta.


4. Los cinco años al frente del Gobierno de Francia (2007-2012): recortes contra la crisis sin pérdida de popularidad

La renovación de la Asamblea Nacional ratificó la mayoría presidencial, aunque la UMP perdió 44 diputados. Fillon, por séptima vez desde 1981, fue elegido por Sarthe y, como en 1993 y 2002, desocupó su escaño al cabo de un mes al prevalecer sus funciones gubernamentales. El 19 de junio de 2007 quedó constituido el segundo Gabinete Fillon, que experimentó algunos cambios relevantes con la baja de Juppé, derrotado en las legislativas, el paso de Christine Lagarde a Economía y Finanzas para reemplazar a Borloo, a su vez sustituto de Juppé en Ecología, y la recuperación de Michel Barnier para suplir a Lagarde en Agricultura. El 3 y el 4 de julio la Asamblea Nacional y el Senado otorgaron su voto de confianza al nuevo Gobierno.

A partir de aquí, Fillon, siguiendo instrucciones precisas de Sarkozy, quien, con su personalidad egocéntrica e hiperactiva, estaba completamente decidido a acaparar todo el protagonismo del Ejecutivo, sobre todo en las esferas europea e internacional, pudo concentrarse en las tareas técnicas de las reformas liberales de la economía y la estabilización de las finanzas hasta alcanzar el perfecto equilibrio contable en tres años, hazaña que Francia no conseguía desde 1974. Al menos, esa era la meta planteada en las pasadas elecciones. En estos momentos, el país cumplía todas las normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, y el PIB avanzaba a un ritmo del 2,4% anual. Pero Fillon, en apariencia plenamente captado para la ortodoxia fiscal hasta el punto de sugerir una subida del IVA para cuadrar los números, se mostraba muy insatisfecho.

En septiembre de 2007 el primer ministro advirtió que el erario público, con un déficit a finales del año anterior de más de 1.000 millones de euros, se hallaba en una "situación crítica", incluso "de quiebra". El aviso parecía el preludio de unos presupuestos generales de 2008 dominados por los recortes y en sintonía con las exhortaciones de la Comisión Europea a que se empujara hacia abajo el déficit como objetivo prioritario, pero acto seguido el Gobierno presentó en la Asamblea un plan de ingresos y gastos de signo más bien expansivo, fiado a unas previsiones de crecimiento igual al actual y a un abaratamiento del petróleo. Las únicas medidas identificables como austeridad eran la supresión de 23.000 plazas de funcionario y el aumento de la franquicia sobre los gastos médicos de los beneficiarios de la sanidad pública. Además, Sarkozy se empeñó en hacer honor a sus promesas electorales de reducciones y deducciones de los impuestos a las rentas de trabajo. En este ámbito, fue promulgada la ley TEPA, que entre otras novedades eximía de tributación a las horas extraordinarias, con la consiguiente relativización de la semana laboral de 35 horas.

En la primavera de 2008 empezó a constatarse un fenómeno llamado a caracterizar el lustro de gobierno de Fillon y Sarkozy: que cuando tocaba adoptar reformas impopulares, como la revisión restrictiva de los regímenes especiales de pensiones anticipadas en el sector público (muy onerosos para la caja de la Seguridad Social y motivo que fue de una primera gran protesta sindical), era el presidente, y no el primer ministro, el que sufría erosión o merma en su popularidad.

Esta situación no encajaba con la tradición de la V República, que adjudicaba al jefe del Gobierno la condición de escudo o parachoques para proteger al jefe del Estado de las situaciones de desgaste, pero en realidad se la buscaba Sarkozy con su incapacidad para ceder protagonismo a los ministros y su insistencia en exponerse y dar la cara en todo terreno y circunstancia, ya tocaran flores o dardos. Más aún, Sarkozy suscitaba antipatía de día en día por su estilo narcisista, que hacía exhibición de todo lo relacionado con su persona, empezando por su matrimonio con Carla Bruni, y por los indicios de una vertiente turbia, como iban a poner de manifiesto los escándalos sobre la presunta financiación ilegal de sus campañas políticas. En comparación, el sobrio y cerebral Fillon parecía un dechado de virtudes republicanas.

Esta tendencia se acentuó a raíz de golpear a Francia en el tercer trimestre de 2008 la Gran Recesión detonada por el crash financiero de Lehman Brothers, calamidad que hizo añicos todas las previsiones económicas formuladas por Sarkozy, Fillon y Lagarde. Ante este panorama, el equipo dirigente hizo un drástico viraje a la austeridad que se sustanció en más podas de la función pública y en importantes recortes sociales. Este ajuste resultó tanto más irritante para la población porque se solapó a una inyección por el Estado de 10.500 millones de euros a los seis principales bancos privados para asegurar su liquidez

La caída del PIB se detuvo en el segundo semestre de 2009, pero luego el crecimiento apenas consiguió despegar del medio punto intertrimestral. Aquel año, la economía francesa se contrajo un 2,9% en comparación con 2008, una recesión ciertamente dura, aunque no tan severa como la vivida en el conjunto de la UE (hasta Alemania lo pasó peor, con una retracción del -5,6%). En 2010, el fuerte deterioro del erario fue enfrentado por Fillon con otra andanada de recortes y ajustes, y con el retraso de la edad de jubilación voluntaria de los 60 a los 62 años, en paralelo a la elevación de los 65 a los 67 años de la edad para tener derecho a una pensión completa en el caso de no haber cubierto un período de cotización de 41,5 años. La contundencia de las medidas encontró la respuesta consonante de unos sindicatos en pie de guerra. Las recetas para el ahorro se extremaron en 2011, año en que la economía igualó el 2% de crecimiento registrado el año anterior, junto con iniciativas para recaudar más como el impuesto especial temporal a las grandes fortunas, sendas subidas del IVA y el impuesto de sociedades, y la congelación de exenciones fiscales.

Los vaticinios económicos formulados en 2007 quedaron demolidos por los hechos: la previsión de un déficit cero a medio plazo topó con unos desajustes del -7,2% en 2009 y del -6,8% en 2010, la de deuda pública por debajo del 60% del PIB con una tasa superior al 80% y la del pleno empleo al final del quinquenio con un paro del 10%, nivel que sin embargo se situaba justo en la media de la UE. La oposición socialista echó en cara al Gobierno este lúgubre cuadro, pero Fillon y Sarkozy aseguraron que el cumplimiento de los nuevos objetivos de déficit, lógicamente retrasados, estaba encarrilado y destacaron los bajos tipos de interés pagados por las emisiones de bonos, en comparación con otros países de la Eurozona.

Sin embargo, la banca privada siguió muy expuesta a la insolvencia de la deuda griega y en enero de 2012, para consternación del Elíseo, pues se trataba de un menoscabo al prestigio de Francia, la agencia Standard & Poor's retiró la máxima nota de solvencia, la triple A, a la deuda soberana gala. Además, la balanza comercial y la cuenta corriente de Francia arrastraban los déficits más abultados de la Eurozona: justo en la antípoda de su socio superavitario, la Alemania de Angela Merkel.

El 13 de noviembre de 2010, luego de airear sus "diferencias de sensibilidad" con Sarkozy en torno a las nuevas directrices del Elíseo sobre inmigración encaminadas a perseguir y expulsar a los romaníes europeos del este que estuvieran en el país en situación irregular o cometieran delitos, Fillon presentó protocolariamente la dimisión para permitir al presidente nombrar, en la jornada siguiente, un nuevo Gobierno prácticamente copado por ministros de la UMP y con un núcleo compacto de primeros espadas leales, esperando poder así remontar su mal rendimiento en las encuestas antes de las elecciones presidenciales de 2012.

En el tercer Gabinete encabezado por Fillon, quien seguía gozando de una popularidad muy superior a la de Sarkozy, se sentaban con el rango adicional de ministros de Estado Juppé, repescado para Defensa, y Alliot-Marie, sustituta de Kouchner en Exteriores. Lagarde fue confirmada en Economía y Finanzas, aunque en junio de 2011 iba a despedirse, siendo reemplazada por François Baroin, para cubrir la baja dejada por su compatriota socialista Dominique Strauss-Kahn en la dirección del FMI en Washington; meses antes, en febrero, Juppé relevó en Exteriores a la dimisionaria Alliot-Marie. La prensa llevaba un tiempo filtrando que Sarkozy, en privado, se mofaba de Fillon, al que tenía por un gobernante blando. Pero el presidente se abstuvo de despedirlo porque era una figura ciertamente popular que de alguna manera podía mitigar sus propios problemas en los sondeos.


5. En la gresca interna por el liderazgo de la UMP y la candidatura presidencial de Los Republicanos

De manera harto sorprendente, Fillon, en términos de capital político personal, salió con bien de una prueba gubernamental, capear la peor recesión económica sufrida por Francia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que perfectamente habría podido, mas que quemar, carbonizar al primer ministro de turno. Al acercarse el final de la legislatura, el país, por los pelos, consiguió evitar que 2012 fuera otro año, evocando el infausto 2009 y al contrario que muchos socios de la UE, con un balance de crecimiento negativo. El déficit público, en torno al 5%, seguía siendo desmedido, pero, con mucho esfuerzo, ya estaba descendiendo. En cambio, Sarkozy sucumbió en las elecciones presidenciales de abril y mayo frente al socialista François Hollande, tras lo cual, en una espantada que el tiempo reveló como teatral, anunció su retirada de la política.

Mientras Sarkozy hacía un mutis temporal, Fillon, liberado de su cargo en Matignon el 16 de mayo con la asunción de la jefatura del Gobierno por el socialista Jean-Marc Ayrault, emprendía un nuevo derrotero político de altos vuelos. Por de pronto, en las elecciones a la Asamblea de junio de 2012, que alumbraron la nueva mayoría presidencial del PS y depararon un buen batacazo a la UMP con la caída hasta los 194 asambleístas, el ex primer ministro preservó el escaño, esta vez en representación de la 2ª Circunscripción de París y con la mirada puesta en dos grandes plazas: la presidencia de su partido, que desde la llegada de Sarkozy al Elíseo hacía cinco años permanecía vacante, y la siempre muy influyente alcaldía de París, que tocaba renovar en las municipales de 2014 y que desde 2001, con Bertrand Delanoë dirigiendo el consistorio, era un baluarte de los socialistas. Es más, el Ayuntamiento parisino era visto como el trampolín perfecto para lanzarse a la carrera hacia el Elíseo.

El 30 de junio de 2012 Fillon, que además de asambleísta nacional seguía siendo concejal en Solesmes, hizo oficial su candidatura al puesto de mando partidario, hallando como oponente a Jean-François Copé, secretario general de la formación desde 2010 y dirigente de ala más derechista de la UMP. Meses de ambiente deletéreo convirtieron esta elección interna de la UMP con sabor a primarias de las presidenciales de 2017 en una auténtica lucha fratricida con abundancia de palabras subidas de tono y que Fillon, tras recuperarse de un accidente de motocicleta -sufrido en julio mientras pasaba las vacaciones en Capri y que le provocó un fractura de pie-, confiaba en ganar a la luz de sus excelentes notas en las encuestas de valoración de líderes.

La votación realizada por los afiliados, unos 300.000 según el censo, tuvo lugar en el Congreso del 18 de noviembre de 2012. Nada más cerrarse las urnas, estalló una fenomenal trifulca, con los dos candidatos proclamándose ganadores y denunciando supuestas irregularidades para favorecer al contrario. Tras una corta deliberación, la Comisión de Organización y Control de Operaciones Electorales (COCOE) de la UMP adjudicó la victoria a Copé por tan solo 98 votos. Los porcentajes, el 50% para Copé y el 49,9% para Fillon, fueron básicamente confirmados, con dos décimas más de ventaja para el primero, por la Comisión Nacional de Apelaciones (CONARE).

Copé tendió una rama de olivo a Fillon, pero este, el 27 de noviembre, horas después de conocerse el dictamen definitivo de la CONARE, respondió segregándose del grupo parlamentario en la Asamblea Nacional para constituir, en compañía de 66 leales, un bloque disidente llamado Rassemblement-UMP, el cual no se reintegraría en el sector oficialista mientras la UMP no celebrara una nueva elección interna, y en cuestión de semanas. Las espadas siguieron en alto hasta que el 17 de diciembre los dos archirrivales acordaron repetir la elección a presidente en septiembre de 2013, después de lo que Fillon quería en un principio pero antes de lo que inicialmente le había ofrecido Copé. El 16 de enero de ese año el ex primer ministro disolvió el grupo Rassemblement-UMP y clausuró formalmente un enfrentamiento inverosímil que había estado a punto de romper la UMP en dos.

Tras este caótico episodio, Fillon aflojó un poco su exposición pública. Desechó la idea de postularse a alcalde de París (la UMP otorgó esta candidatura a Nathalie Kosciusko-Morizet, quien luego iba a fracasar ante la socialista Anne Hidalgo) y se resignó a que el partido, a fin de ahorrarse nuevos desgarros, abandonara el plan de repetir la elección interna en septiembre de 2013. Para entonces, los nubarrones de otra gran pelea casera ya asomaban en el horizonte con el retorno al proscenio de Sarkozy y sin sembrar muchas dudas sobre sus intenciones de cara a las elecciones presidenciales 2017. En octubre, Fillon, precandidato presidencial manifiesto desde mayo, se declaró "en competición de facto" con el ex presidente de la República. A estas alturas, las relaciones entre los antiguos compañeros de jogging eran como poco gélidas.

En junio de 2014 Copé se vio obligado a dimitir al verse salpicado por un escándalo, el Affaire Bygmalion, de presunta financiación ilegal de campaña electoral. Entonces, la UMP se dotó de un liderazgo interino consistente en una presidencia tricéfala formada por Fillon y los también ex primeros ministros Raffarin y Juppé, y de un secretario general en la persona de Luc Chatel. A finales de noviembre del mismo año, un Congreso partidario devolvió a Sarkozy a la presidencia de la UMP con el 64% de los votos. Fillon no compitió por el puesto porque la UMP iba a celebrar más tarde unas primarias específicas para la definición del candidato presidencial en 2017. En lo sucesivo, Fillon y Sarkozy libraron una recia guerra de guerrillas, supuestas prácticas sucias incluidas. Por lo menos, así lo vendió Le Monde cuando dio cuenta de un "complot" urdido contra Sarkozy por Fillon, quien habría instigado a dignatarios del equipo de Hollande en el Elíseo para que presionaran a la justicia y aceleraran los procesos penales abiertos contra el ex presidente por presuntos tráfico de influencias y corrupción. Como era de esperar, Fillon negó indignado haberse reunido con los hombres de Hollande para hablar de nada, menos para perjudicar a Sarkozy.

Las primarias, abiertas a cualquier elector nacional inscrito para la ocasión y no solo a los afiliados, del gran partido del centro-derecha posgaullista iban a ser en 2016, pero antes, el 30 de mayo de 2015, la UMP dio el paso de cambiar de estatutos y de nombre, pasando a llamarse Los Republicanos (LR), una denominación no exenta de polémica y que respondía al deseo de Sarkozy. Este siguió presidiendo la colectividad, mientras que Laurent Wauquiez, un hombre de Fillon, siguió como secretario general, hasta que en diciembre Sarkozy le sustituyó por Éric Woerth.

El 16 de abril de 2015 Fillon confirmó su candidatura para las primarias del partido y en septiembre siguiente presentó el libro Faire, donde avanzaba detalles de su plataforma presidencial, nítidamente conservadora y derechista bajo un prisma más bien clásico. Se trataba, explicó, de un programa "radical" y "rupturista", con una "terapia de choque" para la economía liberal de principio a fin y destinado a convertir a Francia, actualmente presa de una situación nacional "cercana a la quiebra", en la "primera potencia europea en 10 años". Su batería de propuestas, calificadas de "ultraliberales" y "thatcheristas" desde la izquierda, no daba margen para la ambigüedad.

Así, Fillon planeaba una reducción considerable del peso del Estado y de las coberturas sociales con la supresión de 500.000 plazas de funcionario, el recorte de las prestaciones por desempleo, el ahorro de 20.000 millones de euros en la sanidad pública con la eliminación de servicios de "no calidad", la unificación de las cotizaciones en nómina y la elevación gradual de la edad legal de jubilación a los 65 años. En el capítulo tributario, en aras de la "competitividad" y para "liberar la innovación" empresarial, quería subir en dos puntos el IVA general, eximir del pago de otros tramos del IVA en determinados circunstancias, bajar el impuesto sobre la renta y el de sociedades, y suprimir el impuesto sobre el patrimonio. Y en el terreno laboral, derogar en la práctica la semana de 35 horas con la regulación por convenio de las jornadas de entre 39 y 48 horas, el máximo permitido por la ley.

El presidenciable de LR se planteó el reto de ahorrarle al Estado gastos por hasta 100.000 millones de euros al final del lustro presidencial. Como el grueso del ajuste recaería en el propio sector público, hacia 2022 el peso del gasto estatal sobre el PIB pasaría a ser del 50% frente al 57% actual. Lo que en 2007 Fillon, siendo primer ministro, había contemplado para 2010 pero que la Gran Recesión había hecho imposible, acabar con el déficit público y alcanzar el equilibrio fiscal, ahora debía realizarse en 2022 también, pero mejor con superávit. La Comisión Europea preveía que el déficit de Francia en 2017 sería del 2,9%.

Además, en parte como un guiño a los votantes de la líder ultraderechista Marine Le Pen, Fillon hablaba de recuperar el "principio de autoridad" en calles y escuelas, de enfrentar con "tolerancia cero" la delincuencia común hasta "ganar la batalla de la seguridad" y conseguir una "impunidad cero", de "reservar la nacionalidad francesa a los extranjeros claramente asimilados", de "expulsar sistemáticamente" del espacio de Schengen a todo foráneo condenado por un delito y de bloquear el retorno y privar de la nacionalidad a los ciudadanos franceses idos a luchar en la guerra civil de Siria como yihadistas.

En política exterior, resultó muy llamativo su llamamiento, contrapuesto a las "ineficaces" sanciones de la UE a Rusia en castigo por la anexión unilateral de Crimea y las injerencias en Ucrania, a forjar con el presidente Putin un "gran partenariado" basado en el "diálogo" y las "relaciones de confianza", para, por ejemplo, abordar conjuntamente la destrucción del Califato del Estado Islámico en Siria e Irak. Esta noción la expuso el autor en su libro Vaincre le totalitarisme islamique, aparecido en los comercios en septiembre de 2016, dos meses después de la masacre terrorista de Niza, enésima muestra de la "sangrante invasión del islamismo en nuestra vida cotidiana". Ya desde 2015, a partir del atentado contra el semanario Charlie Hebdo, Fillon venía propugnando la formación de una "coalición mundial" contra el "totalitarismo islámico", sin duda el "enemigo número uno de Francia", de la que no podían excluirse ni a Rusia ni a Irán. En casa, un instrumento básico para combatir las "desviaciones del Islam" era el laicismo de Estado, principio que permitía la "coexistencia armoniosa de las religiones con respeto a los valores de la República".

Por lo que se refería a la política europea, Fillon mantenía su fe en un euro fuerte, apostaba por poner a pleno rendimiento y "sobre la base de una igualdad completa" el viejo eje franco-alemán, como el motor imprescindible que era de un proyecto europeo actualmente "en punto muerto". Mencionó asimismo la necesidad de someter a referéndum el plan de la UE de repartir entre los estados miembros un número limitado de refugiados sirios con arreglo a un sistema de cuotas, si bien este punto luego no figuró en su programa por escrito, ya como candidato oficial de LR. Es más, el extenso documento no mencionaba ni una sola vez a los refugiados; Fillon prefería hablar de una "crisis migratoria" que generaba problemas de "seguridad" y a la que era menester responder con la aplicación efectiva de los "controles sistemáticos" de las fronteras exteriores.

El precandidato ofrecía "integridad" y "experiencia", jugaba explícitamente la carta del tradicionalismo apegado a los valores familiares y católicos (por ejemplo, se aproximó al movimiento antiabortista y homófobo Manif pour tous y manifestó su rechazo a la adopción por parejas homosexuales, legal en Francia), y su lema era "el valor de la verdad". Además, prometió abandonar la política si no conseguía imponerse en una elección interna que se le presentaba harto complicada, ya que entraron en la misma Juppé, Copé, Nathalie Kosciusko-Morizet, Bruno Le Maire, Jean-Frédéric Poisson y Sarkozy, el cual se desprendió de la presidencia de LR en agosto de 2016, nada más declarar su competición en la liza; entonces, Laurent Wauquiez asumió la presidencia del partido en funciones.

Durante meses, Fillon anduvo en los sondeos muy a la zaga de Juppé, el gran favorito y escorado al centro moderado, y de Sarkozy, propenso al populismo de derechas, pero su gran despliegue proselitista en las circunscripciones regionales hizo posible una espectacular remontada. El 20 de noviembre de 2016 el político ligeriense dio la campanada al ponerse, rotunda pero no decisivamente, en cabeza con el 44,1% de los votos, en números absolutos 1.890.000 papeletas, seguido de Juppé con el 28,5%. Sarkozy, con un humillante 20,6%, quedó apeado, tras lo cual anunció su segunda marcha de la política y, al igual que Le Maire y Poisson, pidió para su antiguo primer ministro el voto de la segunda vuelta. El balotaje tuvo lugar el 27 de noviembre y Fillon batió al alcalde de Burdeos con el 66,5% de los sufragios. A continuación, el flamante abanderado de LR nombró secretario general del partido a Bernard Accoyer. El 17 de enero de 2017 el Consejo Nacional de LR validó la nominación.


6. Tumultuosa postulación al Elíseo en 2017: el Affaire Penelope Fillon

Al arrancar 2017, Fillon, con una expectativa de voto de entre el 26% y el 28%, lideraba levemente los sondeos de la primera vuelta del 23 de abril, sacándole un par de puntos de ventaja a su gran adversaria del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, y otro tanto o más a Emmanuel Macron, ex ministro de Economía del Gobierno socialista y cabeza del partido social-liberal ¡En Marcha!, con unos meses de existencia. Con cero opciones de victoria, situación tanto más insólita cuanto que desde 2012 controlaban la Presidencia de la República y el Gobierno, parecían encontrarse los socialistas, sumidos en una aguda crisis de liderazgo: el presidente Hollande, con cotas récord de impopularidad, había anunciado el primero de diciembre que renunciaba a contender por el segundo mandato, creando así un precedente en la historia de la V República; y luego, en la primaria ciudadana disputada en el PS a últimos de enero, el recién dimitido primer ministro Manuel Valls iba a ser derrotado por su anterior ministro de Educación, Benoît Hamon, miembro del ala izquierda del PS y que supuestamente ofrecía un caché político mucho menor.

A mediados del mes de enero, Fillon y Le Pen mantenían un pulso bastante igualado, con ligera ventaja para la ultraderechista. Sin embargo, el cabeza de LR era el claro favorito para imponerse en el presumible balotaje del 7 de mayo. Pero la carrera de Fillon hacia el Elíseo quedó fatalmente trastocada el 25 de enero, día en que el semanario satírico Le Canard Enchaîné publicó que entre 1998 y 2002 el diputado, entonces en la oposición al Gobierno socialista de Jospin, había tenido contratada a su esposa Penelope como asistenta parlamentaria. Luego, tras dejar su marido el escaño para ejercer su ministerio en el Gobierno Raffarin, ella siguió como colaboradora del asambleísta suplente, Marc Joulaud, quien había vuelto a contratarla con un salario aumentado a los 6.900 euros mensuales hasta el final de la legislatura en 2007. En 2012 Fillon, en persona de nuevo, reactivó la contratación de su cónyuge por unos meses. La asistencia parlamentaria de Penelope se había prolongado durante una década en total, tiempo en el cual ella se habría embolsado medio millón de euros brutos.

Hasta aquí, todo en orden a efectos legales. Es más, la contratación de familiares y personas allegadas por asambleístas y senadores como auxiliares parlamentarios era práctica habitual en Francia. El problema, apuntaba con sorna Le Canard Enchaîné, era que nadie recordaba haber visto a la esposa de Fillon desarrollando labor alguna en su oficina de la Asamblea Nacional. Por otro lado, entre mayo de 2012 y diciembre de 2013 Penelope estuvo percibiendo alrededor de 5.000 euros mensuales de la publicación Revue des Deux Mondes, propiedad de Marc Ladreit de Lacharrière, un empresario cercano al líder conservador. Y tampoco existía constancia de trabajos periodísticos o de "asesoría literaria" como conceptos por tales cobros.

La acusación del empleo legislativo supuestamente ficticio de Penelope Fillon, que surgía cuando a la eurodiputada Le Pen la Oficina Antifraude de la Unión Europea (OLAF) le reclamaba la devolución de 340.000 euros idos a remuneraciones de asistentes fantasma en el Parlamento Europeo, fue refutada airadamente por el candidato presidencial conservador, que aseguró que su mujer había desempeñado su función técnica adscrita a la Asamblea Nacional de manera "real", "legal" y "completamente transparente", si bien "desde casa", y se confesó "escandalizado" por la "misoginia" de los autores del reportaje periodístico. Al parecer, añadía Fillon, se había abierto la veda de las "bombas fétidas" contra su aspiración al Elíseo.

Sin embargo, la Fiscalía Nacional Financiera (PNF) abrió de inmediato una causa preliminar por unos supuestos delictivos de desvío de fondos públicos y abuso de bienes sociales. La investigación del caso fue asumida por la Oficina Central de Lucha contra la Corrupción y las Infracciones Financieras y Fiscales (OCLCIFF). La situación para Fillon se complicó cuando él mismo, con el fin de transmitir transparencia y dejar claro que no tenía ningún trapo sucio que ocultar, reveló en la televisión TF1 que en su etapa de senador, entre 2005 y 2007, también había remunerado con fondos públicos a dos de sus hijos, Marie y Charles, entonces estudiantes de Derecho, por el desempeño de ciertas "misiones puntuales" para las que aquellos reunían la "competencia necesaria", dada su condición de "abogados".

El Affaire Penelope o Penelopegate suponía un torpedo en la línea de flotación de la campaña presidencial de LR, así que miembros de la dirección del partido, presas del pánico, empezaron a preparar un plan de emergencia por si hubiera que sustituir a Fillon por otra persona. Sin embargo, no había tiempo de organizar unas nuevas primarias. De todas maneras, nada más lejos de la intención del candidato que arrojar la toalla. Porfiando que no iba a dejarse "intimidar" por esta "operación de calumnia" y este "golpe de Estado institucional de la izquierda", el político, antes conocido por su carácter templado, adoptó un tono crispado y numantino para defender su honorabilidad y redoblar sus apariciones proselitistas.

El 30 de enero el matrimonio Fillon, por separado, fue interrogado por la Policía financiera en Nanterre y al día siguiente los agentes de la OCLCIFF se personaron en la Asamblea Nacional en busca de documentación. Las pesquisas se desarrollaban con celeridad y Le Canard Enchaîné dio cuenta de nuevos descubrimientos en un sentido agravante, sobre que los sueldos de Penelope Fillon como ayudante de asambleísta entre 1998 y 2012 totalizaban no 500.000, sino 831.000 euros, que los emolumentos de Revue des Deux Mondes ascendían a 100.000 euros y que sus dos hijos habían cobrado del Senado a través del padre por servicios sin aclarar la cantidad de 83.000 euros. Por si fuera poco, Le Canard Enchaîné, Le Journal du dimanche, Mediapart y otros medios venían publicando informaciones sobre otras operaciones contables de Fillon hasta ahora no conocidas y motivo de sospecha, como la facturación de varios cientos de miles de euros entre 2012 y 2015 por su consultora privada 2F Conseil y el cobro por el Senado de cheques por una suma total de 21.000 euros.

Fillon afirmaba que solo una imputación formal por la justicia penal le apartaría de la carrera presidencial, si bien el 6 de febrero salió a "pedir excusas" por el "error ético" que suponía haber empleado a su esposa e hijos en calidad de miembro del Parlamento, pues "colaborar con la familia en política ya no es algo aceptable para los franceses", adujo.

(Cobertura informativa hasta 6/2/2017)